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Licenciada en Ciencias de la Comunicación (Periodismo) por la Universidad de Sevilla en 1994, estoy especializada en temas económicos. Doctorado: La información en prensa, radio y televisión. Facultad de CC. Comunicación. Universidad de Sevilla (1994-1996) Experta Universitaria en Protocolo y Relaciones Institucionales por la UNED (2003-2004). IDIOMAS: Inglés (First Certificate) Durante nueve años (2000-2009) he sido responsable del Área de Comunicación, así como de todas las Publicaciones y del Centro de Documentación del Consejo Económico y Social de Andalucía (Junta de Andalucía), contando con gran experiencia en Dirección de Comunicación, Comunicación Corporativa y Relaciones con los Medios de Comunicación, Organización de eventos y Protocolo Institucional. Del mismo modo, fui Jefa de Redacción de la Revista Andalucía Económica entre 1996 y 1999 y Redactora de El Correo de Andalucía en las secciones de Política, Economía, Sevilla y Cultura entre los años 1993 y 2000. En la actualidad, trabajo en el Servicio Andaluz de Empleo, en el equipo de comunicación de Sevilla.

jueves, 14 de julio de 2011

Cifras y letras



La cultura se ha destapado al fin como un auténtico potencial económico para Europa, capaz de contribuir de manera decisiva a la estrategia Europa 2020 y a algunas de sus iniciativas más destacadas, como la Unión por la innovación, la Agenda Digital, la lucha contra el cambio climático o la Agenda de nuevas cualificaciones y empleos. Así lo reconoce el Libro Verde de las Industrias Culturales y Creativas de Europa, presentado en abril en Bruselas.


En Europa, las Industrias Culturales y Creativas generan unos ingresos anuales de 654 millardos anuales, lo que supone el 2,6% del PIB de la Unión Europea y el 3,1% del empleo total de la UE. En España, aunque es difícil de cuantificar, el mundo de las industrias culturales produce entre el 4,2 y el 3,7% del PIB nacional (según fuentes) -más que la energía y la agricultura-, con un crecimiento anual del 6%, entre el año 2000 y 2007. En estas cifras juega un papel fundamental la lengua –el castellano-, compartida por millones de personas en todo el mundo. Es el patrimonio cultural más importante del país y en torno a ella se mueven diversos tipos de negocios y transacciones, como la enseñanza, la edición de libros, periódicos y revistas, el turismo y un largo etcétera, hasta suponer el 16% del PIB total de España en conjunto, según cifras publicadas en El valor económico del castellano.


Al mismo tiempo, el castellano ha encontrado su sitio en la actual sociedad digital, donde la rápida implantación de las nuevas tecnologías y la creciente globalización han provocado una reorientación radical desde la industria manufacturera tradicional hacia los servicios y la innovación. Mientras las fábricas se sustituyen progresivamente por comunidades creativas, cuya materia prima es su capacidad para imaginar, crear e innovar, el español es la segunda lengua de comunicación en Internet, con 136 millones de personas, sólo por detrás del inglés (480 millones), con unos resultados propagadores extraordinarios. Pero aún más, el uso de la lengua castellana genera un efecto multiplicativo de las transacciones comerciales entre países que comparten el mismo idioma de hasta el 290% y, al mismo tiempo, supone un ahorro en los costes de transacción de hasta el 50%. Además, influye de manera determinante en la inmigración, que es un 3% superior entre países del mismo idioma.


Sin embargo la lengua castellana también tiene que enfrentarse a los problemas derivados de sus propios productos. Un ejemplo lo encontramos en la industria cultural básica -la edición de libros y revistas-, que mueve en España en torno a los nueve millones de euros anuales, con una producción anual de 110.000 títulos distintos. Es decir, 375 títulos al día, lo que ocasiona problemas estructurales: tiradas muy cortas que no generan beneficios a sus autores, precios altos, promociones imposibles de acometer, problemas de stockaje, predominio de los denominados best-seller y escasez de librerías de fondo. La libertad de edición ha generado una amplitud de temas y materias sobre las que se publican libros y revistas inexistente hasta ahora, una riqueza cultural que, en cambio, no es rentable económicamente para las empresas que las sostienen. Pero aún más, tiene que competir con la televisión, hasta el punto de que los españoles gastamos más en cuotas televisivas que en libros (excluidos los de textos). Todo ello unido al cada vez más creciente y preocupante desinterés por la lectura. Cifras y letras que ahora más que nunca deberían cruzarse en todas las partes del camino.


La cultura es el principal activo de España, genera riqueza, empleo y alcanza todas las dimensiones de nuestra vida. Nos enriquece el alma y el espíritu y, además, ocupa esferas económicas de máxima importancia. Es una riqueza universal que necesita ser organizada, puede tener consecuencias formativas o alienantes y, hoy más que nunca, quizá deberíamos plantearnos de dónde venimos, dónde estamos y hacia dónde vamos.

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