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Licenciada en Ciencias de la Comunicación (Periodismo) por la Universidad de Sevilla en 1994, estoy especializada en temas económicos. Doctorado: La información en prensa, radio y televisión. Facultad de CC. Comunicación. Universidad de Sevilla (1994-1996) Experta Universitaria en Protocolo y Relaciones Institucionales por la UNED (2003-2004). IDIOMAS: Inglés (First Certificate) Durante nueve años (2000-2009) he sido responsable del Área de Comunicación, así como de todas las Publicaciones y del Centro de Documentación del Consejo Económico y Social de Andalucía (Junta de Andalucía), contando con gran experiencia en Dirección de Comunicación, Comunicación Corporativa y Relaciones con los Medios de Comunicación, Organización de eventos y Protocolo Institucional. Del mismo modo, fui Jefa de Redacción de la Revista Andalucía Económica entre 1996 y 1999 y Redactora de El Correo de Andalucía en las secciones de Política, Economía, Sevilla y Cultura entre los años 1993 y 2000. En la actualidad, trabajo en el Servicio Andaluz de Empleo, en el equipo de comunicación de Sevilla.

sábado, 1 de octubre de 2011

EDUCACIÓN Y RESPETO

Los profesores españoles trabajan más horas que sus homólogos en la Unión Europea y los de los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE). Así se desprende del informe Panorama de la Educación 2011, elaborado por la UE. Al mismo tiempo, España se sitúa por detrás de la media europea en inversión, con un gasto público en educación del 4,6% del PIB en 2008 (frente al 5,4% de la UE y de la OCDE), aunque en los últimos ocho años este concepto haya crecido más en nuestro país que en los otros dos ámbitos de referencia.

Desprestigiado por ciertos círculos políticos, el informe nace en medio de los polémicos recortes de plantillas e inversión en materia de educación en ciertas Comunidades Autónomas, como Castilla-La Mancha o Madrid, y del inicio del curso escolar bajo el ruido de las movilizaciones del profesorado. El clima de crispación social es más que preocupante y lo es porque se está echando por tierra el importantísimo papel que el profesorado tiene dentro de la sociedad, ahondando más si cabe en el desprestigio que el oficio acumula desde hace años. Esta infravaloración es acompañada de la pérdida del respeto que la figura del docente debe tener en el conjunto social. No es sólo ya una cuestión de formalismos (la sustitución del usted por el tú) lo que ha despojado al profesorado de ese respeto secular que merecen, sino un conjunto de circunstancias y comportamientos que han terminado por restarle el papel esencial y protagonista para la sociedad que antes desarrollaban.

La educación la aprendemos en nuestro entorno familiar y es precisamente ahí donde comienza el desprestigio del papel del profesorado, debido a las constantes faltas de respeto a su figura por parte de los progenitores, delante incluso de sus hijos y de los alumnos. Y si en nuestro propio ámbito no nos educan en ese respeto a una figura tan esencial para la sociedad como es la del maestro o profesor, ¿cómo vamos a pedir que la sociedad en su conjunto valore lo que supone su labor para la vida de cada uno de nosotros?

Si recurrimos al DRAE, todo está claro: profesor/a es la persona que ejerce o enseña una ciencia o arte; y maestro/a, la que enseña una ciencia, arte u oficio, o tiene título para hacerlo. Efectivamente, los docentes nos enseñan, nos instruyen, nos aportan los conocimientos básicos para desenvolvernos socialmente en nuestro entorno, en el mundo. Nos enseñan a leer y a escribir -algo esencial-, a pronunciar, nos dotan de conocimiento, habilidades, capacidades, todas las herramientas imprescindibles para desenvolvernos a lo largo de toda nuestra vida. Y es este un papel no valorado en toda su dimensión, de gran dificultad, que pocos tienen la capacidad, la paciencia y la vocación para acometer. La pregunta es ¿podríamos sobrevivir sin el profesorado?: claramente no, sería imposible. Entonces, ¿por qué tiramos piedras sobre nuestro propio tejado? Resulta del todo incomprensible.

El asunto es muy preocupante, bajo mi punto de vista, máxime cuándo el mismo informe de la OCDE destaca lo que algunos aún se empeñan en negar: los beneficios económicos y sociales de invertir en Educación (a mayor formación, más empleabilidad y salario). “Es necesario educar y formar ciudadanos bien preparados para encontrar empleo en este mundo globalizado”, concluye.

La educación es la mejor política social y económica, absolutamente necesaria para el país y la ciudadanía. Debemos recordarlo en estos duros momentos y discernir entre las prioridades sociales, para saber dónde NO hay que recortar. Quizá no sólo los profesores/as deban salir a la calle en protesta por esta ruina a la que nos están abocando también el conjunto de la sociedad debe poner pie en pared, porque a todos nos afecta directamente. La clase política, una vez más, no está a la altura de las necesidades de la ciudadanía. Quizá un poco de instrucción les vendría bien para saber lo que están poniendo en juego.

miércoles, 14 de septiembre de 2011

El Latifundio mediático

El escándalo de News of The World ha destapado las malas praxis que en el mundo del periodismo existen. La apuesta del magnate Rupert Murdoch por prácticas irregulares para conseguir exclusivas con el único objetivo de aumentar sus ventas ha terminado por reventar. Pero, aunque ahora todos rivalicen en mostrar su más enérgica oposición y su desconocimiento sobre semejantes modos de trabajo, no es menos cierto que muchos eran los que miraban hacia otro lado, empezando por políticos y periodistas y continuando con la propia opinión pública, que durante años multiplicó las ventas del tabloide inglés.
España, por fortuna, carece de este tipo de prensa escrita amarilla, aunque el ejercicio del periodismo sin escrúpulos, ni conciencia, se ejerce por otras vías (sólo hay que ver la parrilla televisiva). En ambos casos, el problema es el mismo: ¿dónde se sitúa la línea que separa la protección al honor, la libertad de la información y el derecho de los ciudadanos a recibir una información libre en el que se ampara? La respuesta es indudable, como afirma Elsa González, presidenta de la FAPE (Federación de Asociaciones de Periodistas de España): “Ni la primicia, ni la audiencia son excusas para actuar sin escrúpulos, especialmente cuando se trata de un profesional de la información del que se espera la verdad. Y la crisis de los medios no se resuelve con un periodismo sin calidad, sino con todo lo contrario. Es el valor añadido que debe ofrecer este oficio”.
En efecto, la cuestión es saber dónde están los límites de la ética de los creadores de opinión y sobre todo tener claro que la autorregulación responsable es el gran reto al que nos enfrentamos periodistas y medios a diario (a mi juicio, nuestro auténtico compromiso con la sociedad). Pero son muchos los peligros que nos acechan: la deshumanización de la profesión, la primacía de las cuentas de resultados sobre la calidad de la información, las reducciones permanentes de las redacciones y, cada vez más, las prácticas políticas ejercidas para limitar el papel del periodista (#sinpreguntasnocobertura).
Pero sobre todos ellos se sitúa como el más acuciante la actual concentración de medios, el latifundio mediático que nos presiona. Por desgracia, el caso Murdoch no es novedoso, ni en la forma, ni en el fondo. Sólo hay que echar un vistazo a la historia de la prensa hasta encontrar a William Randolph Hearst (1863-1951), periodista y magnate estadounidense, conocido por ser uno de los promotores de la prensa amarilla, en quien el gran Orson Welles se inspiró para crear Ciudadano Kane.
Hearst –que rivalizó con Joseph Pulitzer- inventó la prensa sensacionalista, una mezcla de titulares incendiarios, alejados de la neutralidad y el rigor periodístico, que tenían como único objetivo la venta de la mayor tirada posible, prescindiendo de la veracidad u objetividad de los datos. Su poder era tan omnímodo que prácticamente nadie era capaz de enfrentarse a sus publicaciones. Una de sus máximas más conocidas era “I make news”: “Fabrico noticias”. Recordado particularmente por alimentar el incidente de la Guerra de Cuba de 1898 –una escalada creciente de tensión diplomática entre España y EEUU a causa de la situación de Cuba, colonia española-, fue acusado de xenófobo, pronazi y partidario de la caza de brujas. Al mismo tiempo, impulsó la historieta moderna, gracias a su astucia y visión comercial.
Millonario comprador compulsivo, fue el primero en demostrar que la prensa podía ser un terrible cuarto poder con tentáculos que la unían a la política y los negocios. Sólo Welles se atrevió a llevar al cine sus excesos en Ciudadano Kane y sólo la Gran Depresión (que afectó seriamente a los negocios de Hearst, mermando su portentoso poder) evitó que boicoteara la película, tan crítica con su figura. Hoy podemos disfrutar de ella y tal vez sería un buen momento para volverla a ver y recapacitar.

Publicado en la Revista Mujer Emprendedora. Septiembre 2011

lunes, 1 de agosto de 2011

El rapto de Europa



El poeta romano Ovidio describía en Las metamorfosis (su conocido poema de 15 libros) la creación e historia del mundo mitológico. Según esta representación, Europa era una princesa fenicia y Zeus la raptó en forma de toro blanco, llevándosela desde las orillas de lo que hoy es el Líbano hasta la isla de Creta, en la que engendró a Minos, Sarpdedón y Radamantis. El rapto de Europa está plasmado de manera excepcional en el óleo de Rembrant de idéntico nombre. Tomando prestadas tan evocadoras ideas e imágenes, hoy se ha convertido también en título recurrente para describir la actual situación que padece la Unión Europea (UE).

La crisis de la bacteria mortal E. coli ha puesto en evidencia numerosos problemas existentes en el seno de la Unión, fundamentalmente su incapacidad para hacer frente a problemas urgentes con la agilidad necesaria. Lejos de la cohesión deseada y necesaria, Europa se ha revelado incapaz para actuar de manera coordinada, con estrategias compartidas que beneficien a todos los Estados que, se supone, comparten un objetivo común. De entrada, la información ha fallado de manera estrepitosa, tanto en la fuente emisora (Alemania) –tirando, dicho sea de paso, por tierra todo un mito-, que debería hacer investigado qué ocurría en el foco de la infección (Hamburgo) antes de lanzar noticias falsas, como en el país damnificado (España), que podría haberlas contrarrestado con un escrupuloso informe sobre las partidas de productos hortofrutícolas que habían llegado hasta la región alemana.

El resultado ha sido no sólo la pérdida de un prestigio conseguido a lo largo de muchos años por los agricultores españoles, sino sobre todo las pérdidas económicas causadas por el cierre histérico de fronteras de países, como Rusia, que han aprovechado para sacar a la luz viejas rencillas. En definitiva, una lucha por el honor económico y patrio de todos los implicados, que ha tirado por tierra los principios del Tratado de Lisboa, causando graves perjuicios a España.

Pero esto es sólo la punta del iceberg. Como recuerda el sociólogo británico Anthony Giddens, la UE ha perdido –como consecuencia de la crisis- el apoyo de dos tercios de la ciudadanía europea, que no la consideran ya la alternativa de futuro. Un euroescepticismo que se acompaña del peligroso apoyo de partidos de extrema derecha, en países como Finlandia. Del mismo modo, los distintos tiempos y formas de afrontar la crisis económica han creado graves diferencias entre el norte y el sur de la Unión. Mientras el Reino Unido, Francia y especialmente Alemania han salido reforzados, el resto de los países atraviesa por graves dificultades aún. Este desfase no sólo se ha trasladado a la percepción de la ciudadanía, sino también al papel que sus respectivos mandatarios juegan en el conjunto de la Unión, hasta el punto de que la canciller alemana Angela Merkel se ha convertido en la Presidenta de facto de la UE, actuando de manera unilateral y arrastrando con sus decisiones al resto de los Estados, incapaces de rebatir sus decisiones por la falta de fortaleza política. Ello sepulta el liderazgo compartido planteado en el Tratado de Lisboa y, bajo mi punto de vista, priva a los restantes mandatarios europeos de los recursos necesarios para afrontar en igualdad de condiciones la construcción europea común.

Ello se agrava además con lo que Giddens denomina “la Europa del papeleo”, una serie infinita de documentos, proyectos, en definitiva pilas de papel, basadas en teóricos mecanismos para salvar a Europa de sus problemas actuales, teniendo como fecha de aplicación el lejanísimo y peligroso horizonte de 2013. En definitiva, mucha teoría futura para resolver problemas urgentes que necesitan soluciones prácticas a día de hoy.

Europa, como en el poema de Ovidio, ha sido raptada, pero no por el padre de los dioses y los hombres que era el gran Zéus, sino por la lentitud paquidérmica de su burocracia y la ausencia de una estrategia defensiva común. ¿Cuál es el futuro de Europa?

Publicado en la Revista Mujer Emprendedora. Número Julio/Agosto 2011

viernes, 15 de julio de 2011

Ética y periodismo



Hace pocos días terminé la lectura del libro de Iñaki Gabilondo ‘El fin de una época’. Sus reflexiones han sido un reencuentro con mi vocación y principios profesionales, al tiempo que una cruda visión de las heridas abiertas en el periodismo actual. La profesión atraviesa una profunda crisis -lo demuestran los casi 4.000 puestos de trabajo perdidos desde 2008- y al tiempo está inmersa en una serie de vertiginosos cambios económicos y tecnológicos, que en consecuencia y a mi juicio, están desmantelando la esencia de la profesión.


Las empresas del sector, lejos de primar la calidad de la información y el bagaje profesional, centran hoy sus aspiraciones casi en exclusiva en mantener saneada su cuenta de resultados, obsesionadas al tiempo con el desarrollo de la comunicación 2.0. Este nuevo marco no sólo cuestiona y apremia la formación de los profesionales de la información para adaptarla a los nuevos perfiles profesionales, sino que está convulsionando a un sector que está olvidando sus principios rectores. Y estos son (ahí es nada) el servicio a la ciudadanía y la ética profesional, que deben mantenerse inamovibles como requisitos transversales e imprescindibles, sea cual sea el soporte físico o tecnológico que se utilice para ejercer la profesión y el contexto político, social y económico en el que se desarrolle.


Quienes llevamos ya algunos años dedicados al Periodismo vemos con tristeza y desazón como esos inmaculados principios tropiezan de manera constante con diversos inconvenientes hasta acabar hechos añicos. El apremio temporal cae como una losa sobre la cabeza de los profesionales de este país, una circunstancia habitual en la profesión, que se ha visto incrementada por la escasez de recursos humanos y la urgencia que las nuevas fórmulas comunicativas están generando. Su consecuencia más inmediata es la falta de rigor y profundidad en las informaciones que se ofrecen, que acaban por dejar a un lado la imprescindible norma de contrastar las fuentes y los datos, abriendo la puerta de par en par a la rumorología y haciendo saltar por los aires el prestigio de la profesión, en manos del “tú también puedes ser periodista”. La realidad actual –como recuerda Gabilondo- es que los medios están convirtiéndose, cada vez más, en portavoces oficiosos de titulares “interesados” procedentes de fuentes que hacen innecesaria la tarea de la acción periodística. El producto final es un enjambre de noticias vacías de contenido que, lejos de profundizar, se quedan en la superficie, empobreciendo al mismo tiempo el uso del lenguaje, mediante la estandarización de usos y recursos.


A ello se une la implantación de peligrosas prácticas -orquestadas fundamentalmente desde el mundo de la política-, como las ruedas de prensa sin preguntas, una tendencia que denota un claro abuso de poder. Así como las maniobras de determinados personajes insertados en el mundo del periodismo que pasan por encima de cualquier principio moral para defender sus posturas apocalípticas, en estos tiempos de grave crisis económica. “El Apocalipsis –como apunta Gabilondo-, en efecto, está muy de moda. A él se llega a veces de manera involuntaria, como consecuencia de la propia intensidad de la información. Pero existen verdaderos apóstoles de la catástrofe, auténticos mensajeros del medio que tratan de hacerse sitio a base de gritos”.


Ante estas circunstancias, la cuestión es saber si la sociedad puede permitirse minar la voz del periodista. Yo me debato en mi propio quehacer diario buscando las luces que iluminen mi horizonte y opto por mantener mis raíces vocacionales y, parafraseando a mi añorado Gabilondo, quiero pensar que “se elige esta profesión porque te importa el otro, tu semejante, y porque quieres hacer algo que sirva a la sociedad. Si no son ésas las razones, entonces es un oficio muy mal elegido”.

jueves, 14 de julio de 2011

Vacíos y contenidos



El pasado mes se abría al público el Convento de Santa Clara. Atrás quedaban ocho largos años de restauración (y más de ocho millones de euros de presupuesto) del que fuera inicialmente palacio almohade, después de Don Fadrique y finalmente convento de la compañía de las clarisas hasta 1998. A pesar de su céntrica ubicación (en pleno barrio de la Macarena), el inmueble de casi 12.000 metros cuadrados de extensión es un gran desconocido para Sevilla. La restauración acometida ha permitido recuperar el claustro renacentista, el refectorio, la sala de pinturas murales, el dormitorio bajo y el alto, entre otras estancias. Quedan por rehabilitar en dos fases posteriores -para las que no hay plazos ni presupuestos- el compás, los jardines y la Torre de don Fadrique.


Sin embargo, la recuperación de un edificio de esta singularidad se ha visto empañada por la polémica sobre su uso. Este nuevo centro cultural nace sin director y sin apenas programación, convertido en alojamiento de hasta casi una veintena de asociaciones culturales de diversos tipos e intereses (como el Coro Barroco de Andalucía, la Fundación Mario Maya, el Movimiento Cooltura ó el Consejo de Bandas), que deberán ser las encargadas de mantener vivo el edificio con sus diferentes iniciativas culturales.


Coincidiendo casi en el tiempo se presentaba en Sevilla el proyecto “Galea Magna Atarazanas”, que promueve un espacio patrimonial de excelencia en el área medieval de las Atarazanas de Sevilla. La propuesta tiene como objetivo principal la recuperación de los Astilleros Medievales de Sevilla en un área que abarcaría tres de las siete naves que sobreviven en la actualidad, abordando para ello la fábrica de una de las primeras galeras que ordenó construir Alfonso X, el Sabio para la creación de la Real Marina de Castilla. Para este fin, se bajaría la cota de suelo en estas tres naves a su nivel original del siglo XIII, es decir, cinco metros y medio por debajo del suelo actual. Ello no sólo potenciaría la espectacular volumetría arquitectónica del edificio, sino que recuperaría su dignidad patrimonial, sepultada durante mucho tiempo.


El proyecto viene a complementar el futuro CaixaForum de Sevilla, que abrirá sus puertas en 2013, aportando los activos patrimoniales y los valores históricos de un edificio único en Europa, gran desconocido para la mayor parte de los habitantes de Sevilla. Pero, como en el caso anterior, Galea Magna Atarazanas nace necesitado no sólo de soporte económico, sino sobre todo de respaldo ciudadano, como evidenciaron en el acto de presentación los responsables de este concienzudo proyecto de rehabilitación y dotación de contenidos, promovido por la Fundación Atarazanas.


España es uno de los países que mayor número de centros culturales abre anualmente. Sin embargo, tras las inauguraciones y los cortes de cintas con fotos, gran parte de ellos acaban por dormir el sueño de los justos, a la espera de que una buena dosis presupuestaria les saque del letargo en el que les introdujo la crisis o cualquier otro motivo. Ante esto, la ciudadanía no tiene, no tenemos, más remedio que movilizarnos. No podemos lamentarnos de la escasez de oferta cultural cuando, por iniciativa pública o privada, tenemos los enclaves o los proyectos en nuestras manos pero somos incapaces de apoyarlos o modelarlos. Hoy, cuando la cultura cada día está más en segundo plano, debemos y podemos hacer algo. No se trata sólo de pagar las entradas, que también, sino de participar diseñando nuestra propia oferta cultural, mostrando cuáles son nuestros intereses por satisfacer, apoyando y colaborando en el diseño de proyectos y programas de los que nos acabaremos beneficiando subsidiariamente como habitantes de la ciudad en la que residimos y, lo que es más importante, como individuos sociales para quienes la cultura debe ser tan necesaria como beber agua cada mañana.

Sectarismo cainita



Hace ya un mes que nos quedamos sin periodismo de calidad en televisión. Saltó por la ventana el último día del año 2010, dejando entrar por la puerta la mugre social televisiva. Cerraron CNN+ y con él nos empobrecimos en información y espíritu, perdimos capacidad de análisis, honestidad crítica, elegancia y profesionalidad. Nos quedamos solos ante la peligrosa parrilla televisiva, donde el mal gusto, los cotilleos, la nadería gana enteros frente a la seriedad y formación de una sociedad que es ya un poco más desgraciada. Donde antes había un grupo de profesionales de la información, hoy hay un burdo reality show.


Sin discutir la tendencia política del medio, quiero analizar la pobreza que supone para cualquier sociedad democrática el cierre de un medio de comunicación. El cierre de CNN+ y su sustitución por un canal donde la
chabacanería y el mal gusto pueden campar a sus anchas a cualquier hora del día es, a mi juicio, una amenaza para cualquiera de nosotros. Con el fin de CNN+ no sólo se acaba con un medio de comunicación, se priva a la sociedad una vez más de un instrumento necesario para la formación de ciudadanos conscientes de sus derechos y deberes.


El hecho es preocupante y viene a demostrar, a mi juicio, varias cosas. En primer lugar, que la Ley General de la Comunicación Audiovisual vigente permite la venta de licencias entre distintas empresas, destrozando los criterios de concesión de las mismas y el necesario pluralismo ideológico que debe existir entre los medios de comunicación. En segundo lugar, que hace posible una concentración de medios siempre peligrosa para la información plural. Al mismo tiempo, permite emitir una programación no apta para el horario infantil protegido. Y además (supongo, que me perdonarán el corporativismo) pone en la calle a 200 profesionales de la información, tirando aún más por tierra esta profesión que tan denigrada se encuentra en los últimos tiempos. El mensaje es claro para los futuros periodistas: de nada sirve la calidad de la información, la profesionalidad, la ética periodística, contrastar fuentes, hacer la noticia comprensible, ponerla al alcance de todos los ciudadanos o explicar la realidad. Lo único que importa son las finanzas y la cuenta de resultados de los medios de comunicación. Y todo ello sin mencionar, ahí es nada, la enorme pérdida que para todos los periodistas es dejar de contar con la profesionalidad de Iñaki Gabilondo, una desolación difícil de explicar para mí.


Pero aún más, hace unos años una amiga, psicóloga y orientadora en un instituto de Sevilla, me comentaba la preocupación del profesorado porque los chicos y chicas de su centro no tenían aspiraciones de futuro relacionadas con la formación, sino con hacerse famosos y ganar dinero fácil, al precio que fuera. Hoy, aquella realidad está más fomentada por el mensaje subliminal que se manda desde los medios de comunicación nacionales: no estudies, preséntate a algún reality show y triunfarás en la vida. Sencillamente, es para llorar.


La sociedad está hoy un poco más enferma de radicalismo, porque lejos del sectarismo cainita que domina el panorama de los medios de comunicación españoles, donde el odio al adversario es el único alimento, CNN+ trató de ser un espacio de libertad, de debate, de denuncia, de análisis, donde todos los ámbitos de la realidad nacional e internacional tuvieran cabida. Quizá su pluralidad ideológica y social, el convertirse en un instrumento esencial para la reflexión propia, hayan cavado su propia tumba. No hemos sabido ni valorar, ni aprovechar su aportación para crecer como ciudadanos libres y hoy (seguro) son muchos los que se alegran de su desaparición. Hoy yo, como todos, individuos sociales, somos más pobres en información, pero sobre todo en espíritu crítico. Cuando nos demos cuenta, será demasiado tarde.

Cifras y letras



La cultura se ha destapado al fin como un auténtico potencial económico para Europa, capaz de contribuir de manera decisiva a la estrategia Europa 2020 y a algunas de sus iniciativas más destacadas, como la Unión por la innovación, la Agenda Digital, la lucha contra el cambio climático o la Agenda de nuevas cualificaciones y empleos. Así lo reconoce el Libro Verde de las Industrias Culturales y Creativas de Europa, presentado en abril en Bruselas.


En Europa, las Industrias Culturales y Creativas generan unos ingresos anuales de 654 millardos anuales, lo que supone el 2,6% del PIB de la Unión Europea y el 3,1% del empleo total de la UE. En España, aunque es difícil de cuantificar, el mundo de las industrias culturales produce entre el 4,2 y el 3,7% del PIB nacional (según fuentes) -más que la energía y la agricultura-, con un crecimiento anual del 6%, entre el año 2000 y 2007. En estas cifras juega un papel fundamental la lengua –el castellano-, compartida por millones de personas en todo el mundo. Es el patrimonio cultural más importante del país y en torno a ella se mueven diversos tipos de negocios y transacciones, como la enseñanza, la edición de libros, periódicos y revistas, el turismo y un largo etcétera, hasta suponer el 16% del PIB total de España en conjunto, según cifras publicadas en El valor económico del castellano.


Al mismo tiempo, el castellano ha encontrado su sitio en la actual sociedad digital, donde la rápida implantación de las nuevas tecnologías y la creciente globalización han provocado una reorientación radical desde la industria manufacturera tradicional hacia los servicios y la innovación. Mientras las fábricas se sustituyen progresivamente por comunidades creativas, cuya materia prima es su capacidad para imaginar, crear e innovar, el español es la segunda lengua de comunicación en Internet, con 136 millones de personas, sólo por detrás del inglés (480 millones), con unos resultados propagadores extraordinarios. Pero aún más, el uso de la lengua castellana genera un efecto multiplicativo de las transacciones comerciales entre países que comparten el mismo idioma de hasta el 290% y, al mismo tiempo, supone un ahorro en los costes de transacción de hasta el 50%. Además, influye de manera determinante en la inmigración, que es un 3% superior entre países del mismo idioma.


Sin embargo la lengua castellana también tiene que enfrentarse a los problemas derivados de sus propios productos. Un ejemplo lo encontramos en la industria cultural básica -la edición de libros y revistas-, que mueve en España en torno a los nueve millones de euros anuales, con una producción anual de 110.000 títulos distintos. Es decir, 375 títulos al día, lo que ocasiona problemas estructurales: tiradas muy cortas que no generan beneficios a sus autores, precios altos, promociones imposibles de acometer, problemas de stockaje, predominio de los denominados best-seller y escasez de librerías de fondo. La libertad de edición ha generado una amplitud de temas y materias sobre las que se publican libros y revistas inexistente hasta ahora, una riqueza cultural que, en cambio, no es rentable económicamente para las empresas que las sostienen. Pero aún más, tiene que competir con la televisión, hasta el punto de que los españoles gastamos más en cuotas televisivas que en libros (excluidos los de textos). Todo ello unido al cada vez más creciente y preocupante desinterés por la lectura. Cifras y letras que ahora más que nunca deberían cruzarse en todas las partes del camino.


La cultura es el principal activo de España, genera riqueza, empleo y alcanza todas las dimensiones de nuestra vida. Nos enriquece el alma y el espíritu y, además, ocupa esferas económicas de máxima importancia. Es una riqueza universal que necesita ser organizada, puede tener consecuencias formativas o alienantes y, hoy más que nunca, quizá deberíamos plantearnos de dónde venimos, dónde estamos y hacia dónde vamos.

La búsqueda de la identidad

La Industria Cultural, con un peso económico contrastado, se enfrenta
 aún a la falta de reconocimiento social y político. La cascada de iniciativas
europeas y nacionales derivadas de la estrategia Europa 2020 comienza a evidenciar
 la importancia de un sector clave para salir de la crisis económica actual



“La cultura es el principal activo de España. Da calidad de vida y es fundamental para formar ciudadanos libres”. Éstas eran algunas de las reflexiones pronunciadas por Andrés Amorós en el II Congreso de Industrias Culturales de Andalucía, celebrado recientemente en la Confederación de Empresarios de Andalucía (CEA). Entre estos dos parámetros (enriquecimiento espiritual y económico) se mueve desde hace tiempo un debate muy interesante en torno a la cultura. Si nos centramos en la cuestión puramente pecuniaria, aún es difícil cuantificar sus cifras. Según La Cuenta satélite de la cultura en España, publicado el pasado año por el Ministerio de Cultura, el mundo de las industrias culturales supuso en 2008 un 3% del PIB de España (31.094 millones de euros), por encima de la Energía (2,6%) y la Agricultura (2,4%), con un crecimiento anual del 6% registrado entre los años 2000 y 2007.

Al mismo tiempo, los sectores culturales muestran niveles de productividad notablemente superiores a otros sectores productivos como el turismo o el comercio, que reciben mucha mayor atención. En cuanto a puestos de trabajo, en España la cultura genera 537.000 empleos (2,8%) y 102,945 empresas (3,1%). En el caso concreto de Andalucía, existen 68.400 personas ocupadas en el sector de las actividades culturales, con un nivel de autoempleo muy elevado (22% de Autónomos, según datos del Ministerio de Cultura publicados en 2009). La Escuela de Economía Social de CEPES-Andalucía afina esta cifra y sitúa a la comunidad andaluza en tercer lugar por número de empresas del sector cultural, con un 11,43% del total nacional, sólo superada por Madrid y Cataluña.
Enorme potencial sin explotarEn Europa, las industrias culturales y creativas suponen unos ingresos anuales de 654 millardos de euros, el 2,6% del PIB de la Unión Europea, generando el 3,1% del empleo total de la UE. Pese a estas cifras, existe aún un gran desconocimiento sobre el enorme potencial sin explotar existente en las industrias culturales y creativas, en cuanto a crecimiento y empleo. Infravalorada política y económicamente hasta hace relativamente poco tiempo por la propia Unión Europea, parece que la cultura comienzan a encontrar el apoyo necesario para convertirse en una nueva fuente impulsora de un crecimiento inteligente, sostenible e inclusivo y convertirse en el relevo de otras fuentes de riqueza manidas cuya aportación a la economía europea se ha ido reduciendo considerablemente de manera progresiva.


El primer paso ha sido la toma en consideración de la actividad cultural como una de las prioridades políticas de Europa, manifiesta no sólo en la Estrategia Europa 2020, sino sobre todo en la elaboración del Libro Verde de las Industrias Culturales y Creativas en abril de este año. Esta toma en consideración ha funcionado como una cascada en todos los Estados Miembros, incluidos España, que comienza a calificar a la cultura de sector estratégico y así ha quedado patente en la nueva Ley de Economía Sostenible. En Andalucía, también esta nueva posición ha llegado al marco político, no sólo en la estratégica Andalucía Sostenible, derivada de la antes mencionada, sino también entre las prioridades del propio Gobierno andaluz y de la Consejería de Cultura, que está alcanzando acuerdos específicos para el desarrollo de las industrias culturales andaluzas con otras Consejerías y con los propios agentes económicos y sociales andaluces, para generar un clima más propicio al desarrollo de esta actividad.


Sin embargo, no es oro todo lo que reluce. Los trabajadores del sector no dejan de reclamar apoyo de la Administración para subsanar unas carencias implícitas en el desarrollo de una actividad como es la cultural, donde una o dos personas tienen que hacer frente a labores tan diversas como la gestión empresarial, la comunicación y el marketing, la difusión patrimonial o la organización de eventos, sin tener formación específica en todas y cada una de estas esferas.
En este sentido, no sólo reclaman el reconocimiento del colectivo profesional, sino también la adecuación de las competencias a los perfiles profesionales, la ayuda para la formación complementaria, mejoras legislativas y otras cuestiones de primera necesidad, como se dejaron entrever en la III Conferencia Internacional Trabajadores Autónomos de la Cultura, organizada por la UPTA el pasado octubre, y hace pocos días en la Jornada de Difusión de las nuevas Herramientas Metodológicas para la Formación Profesional para el Empleo en gestión de empresas culturales, elaboradas por la Escuela de Economía Social, a encargo de la Consejería de Empleo de la Junta de Andalucía.


Y es que la industria cultural se ha construido sobre la base de su propia multidisciplinariedad, pero ha heredado al mismo tiempo las incertidumbres propias de una nueva forma de industria y una nueva forma de entender las relaciones culturales y laborales. Quizá estemos en el buen camino y estas particularidades se vean ahora más que nunca como una oportunidad y no como un problema.
El Libro Verde de las ICCEn abril de 2010 se alcanzaba en Bruselas el primer acuerdo sobre el Libro Verde de las Industrias Culturales y Creativas (ICC), bajo el subtítulo “Liberar el potencial de las industrias culturales y creativas”. Alcanzar este primer consenso ha sido la meta conseguida después de muchos años de negociación. El objetivo político final es la apertura de los fondos estructurales, destinados al apoyo al desarrollo local, a la inversión cultural. Y es que, a pesar de su importancia, las industrias culturales no habían existido hasta ahora para la política económica europea.

El Libro Verde ha tenido que partir de la definición e identificación de las ICC, para poder ligar su labor a la importancia del desarrollo de las economías locales de los países miembros. El objetivo no es otro que conseguir que se reconozca su importancia en el desarrollo económico de Europa y que, por ello, quienes desarrollan su labor en esta materia (personas o empresas) tengan acceso a las políticas económicas de la Unión Europea. Entre ellas, la financiación de actividades, la movilidad de los artistas y sus obras, la promoción de las ICC europeas en el exterior, el fomento de intercambio de buenas prácticas entre regiones y ciudades europeas, la mejora de la cualificación profesional de sus trabajadores, etc. En definitiva, la creación de entornos favorables para que esta fuente de ingresos y creación de empleo pueda desarrollarse e influir en la economía de la Unión Europea.

Si bien también tiene sus carencias, el Libro Verde plantea como elemento más interesante la transversalidad de todas las políticas en torno a la cultura y el refuerzo de sus vínculos con otras materias como la investigación, la educación o la administración. A lo largo del año 2011, el Libro Verde será analizado por las diferentes Comisiones del Parlamento Europeo, que emitirá su Dictamen final en torno al mes de abril. Posteriormente, el Consejo de la Unión Europea deberá confirmar el objetivo para el que se ha creado este documento: abrir los fondos estructurales a la cultura y mejorar el acceso de las ICC a la financiación europea. En caso de producirse, en 2012 se adoptarán las políticas definitivas en la materia y quizá la cultura deje de ser ese sector poco valorado por la Unión Europea y pase a ser uno de sus motores económicos.


Publicado por la Revista Andalucía Económica (Enero 2011) y en la Página web del Instituto Superior de Arte de Madrid: http://iart.es/gestion/noticia.php?id=616