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Licenciada en Ciencias de la Comunicación (Periodismo) por la Universidad de Sevilla en 1994, estoy especializada en temas económicos. Doctorado: La información en prensa, radio y televisión. Facultad de CC. Comunicación. Universidad de Sevilla (1994-1996) Experta Universitaria en Protocolo y Relaciones Institucionales por la UNED (2003-2004). IDIOMAS: Inglés (First Certificate) Durante nueve años (2000-2009) he sido responsable del Área de Comunicación, así como de todas las Publicaciones y del Centro de Documentación del Consejo Económico y Social de Andalucía (Junta de Andalucía), contando con gran experiencia en Dirección de Comunicación, Comunicación Corporativa y Relaciones con los Medios de Comunicación, Organización de eventos y Protocolo Institucional. Del mismo modo, fui Jefa de Redacción de la Revista Andalucía Económica entre 1996 y 1999 y Redactora de El Correo de Andalucía en las secciones de Política, Economía, Sevilla y Cultura entre los años 1993 y 2000. En la actualidad, trabajo en el Servicio Andaluz de Empleo, en el equipo de comunicación de Sevilla.

domingo, 28 de noviembre de 2010

FILANTROPÍA Y EMPATÍA

Por Susana Muñoz Bolaños

Hace algunos días tuve la oportunidad de participar como asistente en el IV Congreso Internacional de Patrimonio Cultural y Cooperación al Desarrollo, organizado por el Instituto Andaluz de Patrimonio Histórico, en colaboración con otras ocho entidades, entre las que destaca la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID) y el Forum UNESCO. La posibilidad de conocer más de un centenar de experiencias e ideas sobre cómo articular el desarrollo económico y social de una zona en torno al concepto de la puesta en valor de su patrimonio ha sido altamente enriquecedora. De lo escuchado, quisiera compartir algunas ideas de la intervención de Luis Monreal, director general de la Fundación La Caixa durante 11 años y en la actualidad, director de la Fundación Aga Khan Trust for Culture
Es ésta una agencia de la Aga Khan Development Network –creada en 1988 por el Aga Khan IV-, para revitalizar a las comunidades del Mundo Islámico social, cultural y económicamente. La entidad dirigida por Monreal desarrolla diversos programas relacionados con la cultura, entre los que destaca el Programa de Apoyo a Ciudades Históricas. Su objetivo es promover la conservación y la reutilización de edificios y espacios públicos en las ciudades históricas del mundo musulmán. El programa ha estado involucrado en casi 20 proyectos diferentes de revitalización en Afganistán, Territorios del Norte de Paquistán, Zanzíbar, Samarcanda (Uzbequistán), El Cairo (Egipto), Mostar (Bosnia), Malí y Siria, de cuyos resultados vimos muestras evidentes y sorprendentes.
Cada proyecto busca ir más allá de la restauración técnica, tratando de resolver los problemas en el contexto social y ambiental, invirtiendo en la construcción de escuelas, presas, infraestructuras energéticas, hoteles, etcétera, que puedan repercutir en ingresos y empleos locales. El elemento determinante del programa es la participación de la comunidad. Ganarse la confianza de la población es una tarea ardua en el tiempo, pero muy necesaria, sin la cual ningún proyecto que incida directamente en la sociedad tendrá éxito. “El secreto del éxito es ganarse a la población. Son personas muy pobres a las que nunca les ha pasado nada bueno en la vida y que no creen en la filantropía”, decía Monreal.
¿Cómo vas a empezar a restaurar monumentos, si la población no cuenta con servicios básicos, como duchas o retretes? Es obvio, ¿verdad? Pues esta obviedad parece que a los occidentales se nos olvida constantemente. Trasladando estas experiencias a nuestro entorno y necesidades, no puedo evitar sentir cierta perplejidad por la manera en la que se diseñan ciertos proyectos relacionados o no con la cultura, sin mirar al entorno, ni a las necesidades de la ciudadanía, presentes o futuras, es decir sin empatizar con los usuarios finales.

Y escuchando los presupuestos reducidos de estos y otros proyectos de cooperación al desarrollo, me sentí avergonzada por las cantidades ingentes (ampliadas una y otra vez) que gastamos en ideas que jamás mejorarán la vida de los ciudadanos de la misma manera, porque no cubren sus necesidades reales, provocando obviamente su rechazo. Cuando se construye un mercado de abastos “sideral” (después de 39 años de espera), en un entorno histórico que destruye claramente, ¿dónde queda la empatía con los ciudadanos? Es que subirse a una “seta arquitectónica” –muy espectacular, eso sí- mejorará sus vidas cotidianas. La mía desde luego no, será porque padezco de vértigo y no podré experimentar la sensación.
Prefiero quedarme con la agudeza y el ingenio que demuestran quienes han construido una fábrica de adobe a partir del reciclaje de cualquier tipo de plástico, que entregan los propios ciudadanos a cambio de un dinero que les ayuda a sobrevivir, generando empleo  y contribuyendo además a la limpieza del entorno. ¡Qué cunda el ejemplo!

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