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Licenciada en Ciencias de la Comunicación (Periodismo) por la Universidad de Sevilla en 1994, estoy especializada en temas económicos. Doctorado: La información en prensa, radio y televisión. Facultad de CC. Comunicación. Universidad de Sevilla (1994-1996) Experta Universitaria en Protocolo y Relaciones Institucionales por la UNED (2003-2004). IDIOMAS: Inglés (First Certificate) Durante nueve años (2000-2009) he sido responsable del Área de Comunicación, así como de todas las Publicaciones y del Centro de Documentación del Consejo Económico y Social de Andalucía (Junta de Andalucía), contando con gran experiencia en Dirección de Comunicación, Comunicación Corporativa y Relaciones con los Medios de Comunicación, Organización de eventos y Protocolo Institucional. Del mismo modo, fui Jefa de Redacción de la Revista Andalucía Económica entre 1996 y 1999 y Redactora de El Correo de Andalucía en las secciones de Política, Economía, Sevilla y Cultura entre los años 1993 y 2000. En la actualidad, trabajo en el Servicio Andaluz de Empleo, en el equipo de comunicación de Sevilla.

miércoles, 14 de septiembre de 2011

El Latifundio mediático

El escándalo de News of The World ha destapado las malas praxis que en el mundo del periodismo existen. La apuesta del magnate Rupert Murdoch por prácticas irregulares para conseguir exclusivas con el único objetivo de aumentar sus ventas ha terminado por reventar. Pero, aunque ahora todos rivalicen en mostrar su más enérgica oposición y su desconocimiento sobre semejantes modos de trabajo, no es menos cierto que muchos eran los que miraban hacia otro lado, empezando por políticos y periodistas y continuando con la propia opinión pública, que durante años multiplicó las ventas del tabloide inglés.
España, por fortuna, carece de este tipo de prensa escrita amarilla, aunque el ejercicio del periodismo sin escrúpulos, ni conciencia, se ejerce por otras vías (sólo hay que ver la parrilla televisiva). En ambos casos, el problema es el mismo: ¿dónde se sitúa la línea que separa la protección al honor, la libertad de la información y el derecho de los ciudadanos a recibir una información libre en el que se ampara? La respuesta es indudable, como afirma Elsa González, presidenta de la FAPE (Federación de Asociaciones de Periodistas de España): “Ni la primicia, ni la audiencia son excusas para actuar sin escrúpulos, especialmente cuando se trata de un profesional de la información del que se espera la verdad. Y la crisis de los medios no se resuelve con un periodismo sin calidad, sino con todo lo contrario. Es el valor añadido que debe ofrecer este oficio”.
En efecto, la cuestión es saber dónde están los límites de la ética de los creadores de opinión y sobre todo tener claro que la autorregulación responsable es el gran reto al que nos enfrentamos periodistas y medios a diario (a mi juicio, nuestro auténtico compromiso con la sociedad). Pero son muchos los peligros que nos acechan: la deshumanización de la profesión, la primacía de las cuentas de resultados sobre la calidad de la información, las reducciones permanentes de las redacciones y, cada vez más, las prácticas políticas ejercidas para limitar el papel del periodista (#sinpreguntasnocobertura).
Pero sobre todos ellos se sitúa como el más acuciante la actual concentración de medios, el latifundio mediático que nos presiona. Por desgracia, el caso Murdoch no es novedoso, ni en la forma, ni en el fondo. Sólo hay que echar un vistazo a la historia de la prensa hasta encontrar a William Randolph Hearst (1863-1951), periodista y magnate estadounidense, conocido por ser uno de los promotores de la prensa amarilla, en quien el gran Orson Welles se inspiró para crear Ciudadano Kane.
Hearst –que rivalizó con Joseph Pulitzer- inventó la prensa sensacionalista, una mezcla de titulares incendiarios, alejados de la neutralidad y el rigor periodístico, que tenían como único objetivo la venta de la mayor tirada posible, prescindiendo de la veracidad u objetividad de los datos. Su poder era tan omnímodo que prácticamente nadie era capaz de enfrentarse a sus publicaciones. Una de sus máximas más conocidas era “I make news”: “Fabrico noticias”. Recordado particularmente por alimentar el incidente de la Guerra de Cuba de 1898 –una escalada creciente de tensión diplomática entre España y EEUU a causa de la situación de Cuba, colonia española-, fue acusado de xenófobo, pronazi y partidario de la caza de brujas. Al mismo tiempo, impulsó la historieta moderna, gracias a su astucia y visión comercial.
Millonario comprador compulsivo, fue el primero en demostrar que la prensa podía ser un terrible cuarto poder con tentáculos que la unían a la política y los negocios. Sólo Welles se atrevió a llevar al cine sus excesos en Ciudadano Kane y sólo la Gran Depresión (que afectó seriamente a los negocios de Hearst, mermando su portentoso poder) evitó que boicoteara la película, tan crítica con su figura. Hoy podemos disfrutar de ella y tal vez sería un buen momento para volverla a ver y recapacitar.

Publicado en la Revista Mujer Emprendedora. Septiembre 2011